Hazlos con Compasión, No con Autoexigenci
Con el cierre del año, muchas personas sienten el peso de no haber cumplido sus propósitos. Nos invade la culpa al ver que algunas metas, que al inicio parecían alcanzables, no se concretaron. Sin embargo, el problema no está en los deseos de mejora personal, sino en cómo nos exigimos cumplirlos.
¿Por qué la culpa?
La culpa surge cuando las expectativas que nos ponemos son poco realistas o demasiado ambiciosas. Muchas veces, nos exigimos más de lo que podemos dar, lo que nos lleva a sentir que hemos fallado. Esta presión nos genera ansiedad constante y nos atrapa en un ciclo de frustración.
Hazlo por ti, no por la presión
Este año, te invito a replantear tus propósitos. En lugar de fijarte metas inalcanzables, elige una meta sencilla, algo que puedas sostener a lo largo del año. No se trata de cumplir un propósito porque lo “debes” lograr, sino porque te beneficia y te gusta hacerlo. Lo más importante es que sea algo que te ayude y no te cause más estrés.
La importancia de la compasión
La autoexigencia nos lleva a creer que necesitamos ser perfectos. Sin embargo, el verdadero bienestar llega cuando aprendemos a ser amables con nosotras mismas. Este año, haz de tus propósitos una herramienta de cuidado personal, no una fuente de presión.
No olvides: si no cumples con un propósito, no significa que hayas fracasado. Significa que quizás no era realista o que tienes otras prioridades. El bienestar llega con la compasión, no con la perfección.
¡Haz de este año uno de crecimiento personal, no de autoexigencia!